Por qué me abandonas? ¡Oh! Musa pasajera.
A veces me abrazas, dulce, con tu caricia lisonjera,
y te estacías, lironda, en mi mullida cabecera.
No me visitas, en instantes, en que mi alma desespera
con mi pensamiento mustio, por los años de tu espera.
No soy el joven que tu corazón premiar quisiera,
pero en mi se alberga un alma que por amor prospera
y si por tenerte, arrodillarme ante ti y rogar debiera
estaría dispuesto, aunque, de esperar muriera.
Cada vez que escribo, parece, que se abriera,
un universo de frases, escritas, en su esfera
y ruego, desesperado, que tu inspiración nunca se fuera
porque hacen de Mi, en mi humildad, lumbrera!
Y cuando llegue silenciosa, a mi, la hora postrera
quiero que me visites, a mi lecho, tierna y retrechera
a inspirarme un epitafio, expresión que sea sincera
para que al leerlo la persona, que así lo quisiera
lleve en su alma, para siempre, lo que en mi vida fuera
derroche de cariño para el que sin interés me quisiera
y anatema predictivo para quien en mi viera
enemigo cauteloso de intenciones traicioneras
que yerto y frío en la fosa en su humana calavera
llevará eternamente los amores por los que viviera.