jueves, 13 de diciembre de 2018

HOSTILIDAD IDIOMATICA


Ha pasado tiempo desde que escribí las últimas líneas. Fueron apasionadas y mordaces, pero venidas de muy adentro de mi psiquis.  No había madurado la idea de un nuevo artículo por estar embebido en los problemas mundanos que me atormentan en el trasegar hostil de la vida. Pero al recibir la visita de una Sílfide disfrazada de Musa, se renovó en mí la inspiración.

¿Qué lleva a los hombres (hablo de hombres y mujeres) a preservar  las más atesoradas herramientas idiomáticas de la comunicación entre las personas? Me refiero a: “La palabra”, y a aquellos que despreciando el ajar destrozante del mal-hablar de nuestros días, rechazan la pseudocomunicación de jeringonzas denostantes que retuerce la fónica y el estructurado léscico de nuestro idioma, retrocediendo en siglos  su virtual grandeza, casi convirtiéndola en un pobre y escueto dialecto primario e incipiente, lleno, por demás, de limitaciones, vulgaridades y heces verbales. ¿Quién dijo que los idiomas, al ser dinámicos, daban patente de Corso a los criminales de la prosa y la retórica para con ello, intentar subyugar la belleza de un buen hablar y escribir?. De seguir así, estarán arrastrándolo hacia un cadalso de sonidos y palabras nacidos de la ignorancia y la vulgaridad, y no podemos permitirlo.

Como en una cruzada quijotesca, blandiremos la Excalibur de nuestra voluntad en preservar obstinadamente el “don de la buena palabra”, y lucharemos, por entregar este legado a  las personas que encuentren en el buen trato de nuestro idioma, la semilla inmarcesible del cariño por las letras,  y el respeto por  el buen hablar, el buen decir; en la más hermosas de las lenguas romances, nuestro hermoso  ¡ CASTELLANO!